Jesús dijo

"pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo,
y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra".
Hechos 1:8

Un blog de Ministerios Jesús 24x7® / David Alberto Franco

lunes, 5 de julio de 2010

Una breve historia de aliento

Hace un tiempo, cuando era adolescente, escuché una historia que se me dijo fue real, acerca de un hombre que llegó a conocer al Señor de una manera muy peculiar. Les comparto aquí esa historia:

Un hombre, llamémosle Juan, había estado invitando a un familiar, que llamaremos Antonio, para que asistiera a su Iglesia pero éste se había negado sistemáticamente cada vez que recibía la invitación. Finalmente, llegó el día en que Antonio aceptó asistir a la Iglesia.

El culto inició con un preludio, como era costumbre y al preludio le siguió una invocación. Vino la participación del Coro de la Iglesia, la ofrenda y una lectura bíblica. Llegó el momento de la predicación. Para este momento, Juan estaba ansioso de escuchar el sermón y de que Antonio lo hiciera también. Él había invitado nuevamente a Antonio para ese domingo pues había escuchado que se presentaría el Evangelio. Sin embargo, al comenzar el sermón, el pastor hizo la lectura bíblica de Génesis 5 (acerca de los descendientes de Adán). ¡Hablaría de algún tema histórico!

¿Cómo era posible? Ese día en que finalmente Antonio había accedido a ir con él, en vez de la proclamación del Evangelio, se hablaría de las generaciones de Adán. Estaba decepcionado, triste y sentía que la única oportunidad que había tenido hasta el momento para presentarle a su familiar el mensaje de salvación, se estaba diluyendo y que jamás habría otra oportunidad más. ¿Cómo era posible si él había estado orando durante tantos meses? Simplemente no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Seguramente Antonio ya no volvería a acompañarlo a la Iglesia. Cada minuto que pasaba era un minuto más de angustia, pero decidió orar una vez más y dejarlo en las manos de Dios.

El sermón concluyó, se canto un himno más y llegó el momento de la bendición. Todos quedaron despedidos y Juan comenzó a caminar hacia la salida del santuario. De pronto, sintió que alguien lo sujetaba del brazo, así que se volvió y vió a Antonio con una expresión extraña en el rostro. Antes de poder preguntarle nada, Antonio le dijo: "Ahora lo entiendo, no importa cuantos años vivamos, al final, de todas formas moriremos... Yo no sé que sigue después, pero tú me has dicho que irás al cielo y yo quiero saber cómo puedo estar seguro de eso... Dime que debo hacer". Para esa noche, Antonio había entendido las buenas nuevas de Cristo y había recibido el perdón de sus pecados.

Claro que es nuestra responsabilidad entregar el mensaje del Evangelio completo. Sin embargo, tú y yo y cada cristiano en esta Tierra, hemos entregado muchas veces un mensaje defectuoso. Gracias a Dios, la obra es suya y el nos usa para su gloria, a pesar de todo, incluso a pesar de nosotros mismos.

Un pescador va aprendiendo a serlo mientras va en la barca tirando las redes. Eso es lo que en nuestras vidas vamos haciendo como pescadores de hombres; mientras tiramos las redes desde la barca, Dios nos va capacitando más y más para ser mejores pescadores para su gloria y honra y el extendimiento de su Reino.

Que Dios te siga bendiciendo.

[Tomado de la respuesta a un comentario de Perla, amiga y hermana en Cristo]